Cómo estirar un centavo (Pregúntale a Robin Hood)

Aunque varios países ricos que asistieron a una reunión ministerial sobre financiación climática, convocada por el Departamento de Estado para movilizar capital privado, han intentado eludir su obligación de usar fondos públicos para ayudar a los pobres del mundo a afrontar la crisis climática (que, dicho sea de paso, no provocaron), Robin Hood los encontró hoy y exigió ser escuchado. Él y sus numerosos seguidores se plantaron frente al hotel donde se había reunido el grupo de élite en Washington, D.C., y exigieron a viva voz la implementación de un Impuesto Robin Hood (también conocido como impuesto a las transacciones financieras), una fuente de ingresos sumamente prometedora y sin explotar que recaudaría cientos de miles de millones de dólares para crear empleos, financiar educación, vivienda y atención médica global, y combatir el cambio climático.

Los transeúntes presenciaron una lucha épica entre la gente y el planeta, por un lado, y los grandes bancos, por el otro. Eran las morsas, los osos polares, Robin Hood y la gente común contra los banqueros adinerados. Discutían por un pequeño impuesto a los grandes bancos, simbolizado por un centavo gigante.

Portavoz de los magnates de Wall Street

Según un portavoz que representa a los magnates de Wall Street y la City de Londres que se mantienen al margen, “Si pierdo el dinero, no podré volar en mi jet privado. ¡Ah, no, eso no es cierto! Seguiré teniendo suficiente dinero para volar en mi jet. ¡Puede que gane mucho menos! ¡Ah, no, en realidad no hay datos que lo respalden! ¡No podré costearme la atención médica! ¡Ah, no, en realidad, si existiera un impuesto Robin Hood, la atención médica sería asequible para todos! ¡Maldita sea, no quiero desprenderme ni un céntimo!”.”

En ese momento, Robin Hood replicó: “¡Pero, banquero, el impuesto de Robin Hood es muchísimo menos de un centavo!”.”

El Sr. Hood tenía razón. Con un coste de apenas medio centavo, el Impuesto Robin Hood es un microimpuesto sobre las operaciones en Wall Street que frenaría la especulación dañina y recaudaría cientos de miles de millones de dólares en nuevos ingresos para financiar bienes y servicios públicos que se necesitan con urgencia, como ayudar a los pobres a afrontar las amenazas a la salud pública y la escasez de alimentos provocadas por el cambio climático. Simplemente impondría una pequeña tasa a las transacciones financieras —la mayoría de las cuales se realizan no por personas, sino por ordenadores en cuestión de microsegundos— que involucran acciones, bonos, divisas y derivados. Como le gusta decir a Robin Hood: “Es calderilla para los bancos, pero un gran cambio para la gente”.”

Durante todo el tira y afloja, se podía oír a los partidarios de Robin Hood —incluso a los del reino animal— coreando:

¡Basta de recortes presupuestarios a nuestras espaldas!;
¡Combate el cambio climático con un impuesto Robin Hood!
 
El dinero público es bueno,
Dice Robin Hood;
¡Impuesto Robin Hood ahora!

Un representante del ministerio noruego se dirige a los presentes.

Al dispersarse, los partidarios de Robin Hood expresaron un optimismo cauto respecto a la buena acogida de su mensaje. Al fin y al cabo, habían interactuado con representantes del ministerio de Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, Japón, Canadá y Noruega. El representante de Noruega incluso se unió a la celebración para mostrar su apoyo a Robin Hood.

En lugar de centrarse en cómo garantizar altas rentabilidades para Wall Street y la City de Londres, Estados Unidos y otros países deberían empezar finalmente a gravarlos para ayudar a financiar bienes y servicios públicos globales, como satisfacer las necesidades de adaptación y mitigación de la gente común en los países en desarrollo, especialmente las más pobres y vulnerables.