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La energía nuclear no es una solución viable para el Nuevo Pacto Verde.

Damon Moglen, asesor estratégico principal

Publicado originalmente en La colina

La resolución del Green New Deal es una vía audaz y necesaria para afrontar la crisis climática. Para tener éxito, debe abandonar la energía nuclear.

Con tan solo una década para frenar los peores efectos del cambio climático, debemos transformar radicalmente la forma en que producimos, usamos y pagamos la energía. Y a medida que el impulso del Green New Deal se traduce en propuestas concretas, debemos reconocer por qué la energía nuclear es una distracción desacreditada y engañosa, no una solución.

Para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero entre un 40 y un 60 por ciento para 2030, y a cero para 2050, necesitamos tecnología de generación de energía rentable y probada que pueda ampliarse para cumplir con estos objetivos. La energía nuclear no cumple ni cumplirá jamás con estos criterios.

Tras 60 años, y a pesar de las cuantiosas subvenciones, la industria nuclear se está extinguiendo por sí sola. ¿Por qué? Porque es demasiado cara, demasiado peligrosa y contaminante, y su puesta en marcha es demasiado lenta. Los reactores están cerrando en todo el país y grandes corporaciones se han declarado en bancarrota.

La energía nuclear simplemente no puede competir con las energías renovables, más seguras, limpias y baratas. Además, es costosa. Sus subvenciones se han ocultado en cientos de presupuestos, sus costes se han externalizado al medio ambiente y a las generaciones futuras, y sus facturas, literalmente, no se han pagado, se han dejado de pagar o se han trasladado a los contribuyentes. Las estimaciones conservadoras sugieren La industria nuclear ha recibido más de 1.485.000 millones de libras esterlinas en subvenciones. Una estimación centrista podría duplicar esa cifra.

La energía nuclear es demasiado cara, demasiado peligrosa y contaminante, y su despliegue lleva demasiado tiempo.

Durante 60 años, la energía nuclear ha supuesto un grave riesgo para la humanidad y el planeta. Y así seguirá siendo durante los próximos 10 000 años. Nuestros hijos y las generaciones venideras se verán obligados a soportar la contaminación radiactiva y la lluvia radiactiva de accidentes devastadores como los de Three Mile Island, Fukushima y Chernóbil, así como los residuos permanentes que nadie puede almacenar de forma segura. Los riesgos de proliferación nuclear y la propagación de armas y tecnologías peligrosas no hacen sino agravar esta situación.

La energía nuclear avanza demasiado lentamente para afrontar el desafío actual. Muchísimo. En 1997, cuando se firmó el histórico Protocolo de Kioto, la energía nuclear generaba alrededor del 17 % de la electricidad a nivel mundial. Ahora, dos décadas después, el envejecido parque de reactores apenas genera el 10 % de la electricidad mundial y cerca del 4,4 % del consumo mundial de energía primaria comercial. Incluso la grandiosa y desorbitada propuesta de la industria nuclear de construir dos nuevos reactores nucleares al mes, de aquí a 2050, sería insuficiente y llegaría demasiado tarde.

La incesante promesa de una nueva tecnología nuclear que transformará mágicamente este problema es una quimera con un historial de fracasos comprobado. Se invirtieron cientos de miles de millones en reactores reproductores y otros diseños esotéricos, y ninguno ha logrado producir un reactor a escala comercial.

Y continuar subsidiando y modernizando los reactores actuales redirigirá enormes recursos que deberían destinarse a energías renovables, sin hacer nada para frenar el calentamiento global.

La tarea que tenemos por delante es, sin duda, titánica si queremos revertir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el tiempo que tenemos. Debemos transitar de un sistema energético del siglo XX, basado en combustibles fósiles y energía nuclear, contaminantes, peligrosos y costosos, a un sistema energético del siglo XXI basado en energías renovables.

Durante 60 años, la energía nuclear ha supuesto un grave riesgo para las personas y nuestro planeta.

La solución reside en un compromiso firme con el aumento de las energías renovables, junto con el almacenamiento de energía, y la aplicación de tecnologías modernas de eficiencia energética para reducir la demanda. La energía eólica y solar son baratas, limpias y de eficacia probada. Debemos concentrar todos nuestros recursos en su desarrollo a gran escala.

Algunos han sugerido que el cambio climático es tan grave que todas las opciones deben considerarse. Pero eso es una ideología, no una estrategia. Debemos elegir las tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero y que puedan implementarse a gran escala de forma rápida, segura y al menor costo posible. Esto significa que el camino a seguir debe basarse en energías renovables. Si queremos frenar lo peor de la crisis climática y evitar que la humanidad caiga en una catástrofe, este es el único camino a seguir.

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