
Hoy, el bosque está más tranquilo: Sobre el fallecimiento de Jane Goodall
Por Oscar Soria, La Iniciativa Común
Un artículo invitado en el blog de Amigos de la Tierra EE. UU.
Hoy, el bosque está más tranquilo.
Cuando #JaneGoodall Entró en los bosques de Gombe, en Tanzania, en 1960. Era una joven sin formación académica, armada únicamente con binoculares, una libreta y una extraordinaria capacidad de paciencia y asombro. Regresó habiendo revolucionado nuestra comprensión de lo que significa ser humano.
Nos enseñó que no estábamos solos en nuestra complejidad. A través de David Greybeard y los chimpancés de Gombe, nos mostró la fabricación de herramientas, la guerra, la compasión, el duelo y el juego en nuestros parientes más cercanos. Derribó las barreras que habíamos construido entre nosotros y el resto del reino animal, obligando a la ciencia a reconocer la conciencia, la emoción y la individualidad en criaturas a las que habíamos considerado inferiores.
Pero Jane nunca se conformó con observar. Dedicó seis décadas a viajar 300 días al año, llevando su mensaje de esperanza a todos los rincones de un mundo que lo necesitaba desesperadamente. Mientras otros solo veían desesperación en la deforestación, el cambio climático y la extinción, ella veía jóvenes dispuestos a actuar. Veía comunidades dispuestas a cambiar. Veía motivos para la esperanza e insistía en que nosotros también los viéramos.
“Cada individuo importa”, solía decir. “Cada individuo tiene un papel que desempeñar. Cada individuo marca la diferencia”.”
Lo demostró con su propia vida: una mujer que desafió las convenciones, a quien le dijeron que no podía pero que, aun así, lo hizo; una mujer que se transformó de una observadora curiosa en una de las voces más influyentes en la conservación que el mundo haya conocido. No solo estudió a los chimpancés; se convirtió en su embajadora, su protectora, su voz en los círculos de poder donde ellos no la tenían.
A través del Instituto Jane Goodall y su programa Roots & Shoots, creó un legado que perdurará más allá de nuestras vidas, generaciones de jóvenes empoderados para creer que pueden cambiar el mundo porque ella lo creyó primero.
Jane Goodall vivió 91 años como si cada uno importara, porque para ella, así era. Vivió como si cada criatura importara, porque para ella, así era. Vivió como si aún pudiéramos salvar este hermoso y roto mundo, porque ella creía (incluso cuando nosotros no lo creíamos) que podíamos.
Los bosques de Gombe siguen en pie. Los chimpancés a los que tanto quería siguen jugando, buscando alimento y viviendo sus complejas vidas. Millones de jóvenes en 60 países continúan la labor que ella inició. Su legado no reside en palabras escritas ni en premios recibidos, sino en cada niño que recoge basura, en cada comunidad que protege su bosque, en cada persona que mira a un animal y ve no un objeto, sino un ser humano.
Gracias, Jane, por mostrarnos el mundo tal como es: interconectado, valioso y digno de ser defendido. Gracias por nunca abandonarnos, incluso cuando te dimos todos los motivos para hacerlo. Gracias por tu inquebrantable esperanza, tu fortaleza serena y tu firme convicción de que una persona, haciendo lo que está a su alcance, realmente marca la diferencia.
El bosque está más tranquilo hoy. Pero no está en silencio. Por tu culpa, nunca volverá a estarlo.
Descansa en paz, querida Jane. Tu trabajo continúa.
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